“EN SAN MARTIN ESCUCHE EL SILENCIO”
Íbamos camino a la cancha de Chacarita sabiendo que un
gol o un error eran la diferencia entre lograr el objetivo o no.
La cautela jugaba una pulseada con la ilusión, pero
ninguna sacaba ventaja. La incertidumbre
del “que pasará si ascendemos?” “Nos matarán a todos?” pasaba a segundo plano,
había mucho más para ganar que para perder.
El sacrificio y el esfuerzo de todo un año valían la pena
para tener el privilegio de estar en San Martin, olíamos e intuíamos que lo que
pasara en esa cancha iba a ser parte de la historia y uno pocos podríamos ser
testigos presenciales.
Cuando bajamos del auto para ir rumbo a la cabina se percibía
que el aire estaba espeso, la tensión era a la vez tan invisible como palpable.
Ingresamos a un estadio que solo por cuestiones políticas
podía ser habilitado, claramente estaba todo a medio hacer, la precariedad de
la cancha le ponía una cuota más de incertidumbre al desenlace (a esta altura
inimaginable).
Empezaba el partido y con cada minuto que se esfumaba,
también descomprimía un poco la ansiedad. Y se fueron los primeros 45 minutos
con algunos sobresaltos lógicos de una final, pero siempre dentro de lo
previsto.
Faltaba menos…
Le veía la cara a “Gomito” y transmitía tranquilidad, le veía
el semblante a Pena y también transmitía
tranquilidad…a Chicago por supuesto.
Observaba la tranquilidad de Franceschini, en
contraposición a la “alteración” de Pasini y pensaba que no se nos podía
escapar.
Todas estas sensaciones se cristalizaban cuando Carboni
después del pase de Scifo convierte el gol de Chicago y el segundo de la serie.
Ya esta! Ya nadie nos podía arrebatar el sueño, ya nos
ilusionábamos con los viajes al interior, ya llorábamos a cuenta.
Pero…cuando nadie lo imaginaba y muchos “Funebreros”
abandonaban la cancha, un centro, una salida en falso de Monllor y empató
Chacarita! Pensar que un minuto antes Carboni tuvo el 2 a 0 y lo liquidábamos.
Ahí cuando recurrimos a las frases de siempre: “Nacimos
para sufrir”, “Sin sufrimiento no vale” y todas aquellas que tenemos en el
repertorio.
Pero… Nada terminaba ahí. Mauro Vigliano marca 4 minutos
.Tanto? si prácticamente no se paró el juego decía algún periodista de los que
estábamos ahí.
Chicago hacía “la heroica” y bancaba los centros sistemáticos de un rival
que había sido claramente inferior a lo largo de las dos finales.
Desde el banco Franceschini gesticulaba con los brazos
diciendo, “Ya está Juez, es la hora! pero… quedaba un tiro libre más y había
que aguantarlo.
No me acuerdo quien lo ejecutó , ni tampoco tengo las
secuencias ordenadas de lo que pasó, lo que recuerdo fue como el “cabezón”
Testa instintivamente se cubre con los brazos
y como el asistente lejos de cualquier emoción o merecimiento levanta la
bandera y marca la mano, solo instante después Vigliano (dubitativo) marca el
punto de penal.
Fue ahí donde en pocos segundos se me cruzaban muchas
cosas, fue ahí donde miré al costado y veía a la gente de “Chaca” de rodillas y
mirando al cielo agradeciendo el
Milagro.
Fue ahí donde nos empezábamos a preguntar…” y de
esta…como nos recuperamos?”.
Fue un momento fugaz y eterno al mismo tiempo. Toledo el
“5” de Chacarita toma la pelota (y el otro que la quería era el arquero Tauber)
los demás celebraban de ante mano pero al mismo tiempo se desentendían.
Fue en ese instante en el que escuché el silencio, un
silencio difícil de describir con palabras, un silencio que hablaba por si solo.
Ese mismo silencio que transcurrió desde
que Toledo acomodó la pelota hasta que Monllor se ganara un lugar en la
historia de Chicago.
Me vuelve a la mente cuando Vigliano cobró el penal y
vuelvo a visualizar aquel hincha de Chaca que se arrodilló para agradecer un
milagro que todavía no había sido consumado.
Nunca críe haber tenido tamaña reserva de lagrimas y por
esas cosas del destino recordé la última vez que lloré así fue un 30 de Junio y
para ser más exactos del 2005, ese mismo día perdí a mi viejo , y con el amor
que le tenía a chicago sabía que no me podía fallar.
Por eso a partir de ahora cada 30 de Junio me voy a tomar
un instante para “escuchar el silencio”, así recordaré esa histórica tarde en
San Martin de la cual fui un testigo presencial y por supuesto, para recordar a
mi viejo.
NACHO DE TOMMASO