“UNA
FINAL SOÑADA… PARA GANARLA”
Muchos días fueron los que pensé y deseé irnos de esta categoría,
donde nunca tuvimos que haber estado, donde mas allá de nuestras culpas fuimos
castigados no midiéndose con la misma vara que otros clubes.
El comienzo del año no fue el mejor… todo retrocedía,
todos nos volvían a condenar y la luz de
un Ascenso cada vez se veía mas lejana. Pero de a poco el equipo nos empezaba a demostrar que a pesar de las
trabas y piedras en el camino esa posibilidad de irnos de este infierno se
podía dar. Todo terminó de
consolidar y fundamentar en el Reducido
que con partidos buenos, con sufrimiento (a veces de más) el pasaporte al
Nacional lo teníamos en la mano…pero previamente se tenía que hacer una escala
por la Promoción. Y el rival era Chacarita (de los que previamente podían ser,
el mejor rival para ganar y el peor para perder). El partido de ida se consiguió el objetivo de
ganar (quizás se tendría que haber logrado una mayor diferencia) y esa posibilidades
del ascenso estaba a 90 minutos de
concretarse.
Después de muchas idas y vueltas el partido se jugaba en
San Martin, y todo se encaminaba a que si salía bien, nuevamente Chicago
conseguía un objetivo con condimentos épicos…pero aun faltaban más ingredientes
para un final que era inimaginable hasta
para el mejor narrador de cuentos de futbol.
El día llegó, la ansiedad ya unos días atrás era inmanejable,
previamente se ajustaban y chaqueaban las cábalas que hasta el momento habían
funcionado (el poncio pilato de mi abuela, las mismas ubicaciones de los que
vieron la primera final por TV, y todos
los métodos “infalibles “para ayudar a nuestro querido Chicago).
Y con el papel
firmado de que esto termine cuanto antes a favor de Chicago viajábamos a San
Martin, el auto nos dejo casi en el medio de la gente de Chaca y con el bolso
de los equipos a cuesta y la mejor cara
de “Póker” caminábamos junto a mis compañeros entre la gente del “Funebrero”
que con algunos insultos nos hacían saber que se daban cuenta que éramos de Chicago. Después de cruzar varias
vallas y sortear los controles policiales llegábamos a la cabina para empezar a
armar los equipos para transmitir a todos los hogares verdinegros el ansiado y anhelado Ascenso.
Desde que empezó a rodar la pelota mi único objetivo era consumir
cuanto antes el tiempo y que Chicago liquide la serie y sufrir lo menos posible
para poder de una buena vez por todas festejar. Terminado el primer tiempo las sanciones
eran ambiguas por un lado la confianza de que Chicago era superior y podía
ascender y por otro lado la sensación de que todavía no estaba nada cerrado.
Pero cuando en la segunda etapa Carboni puso el 1 a 0 y
la ventaja era de dos goles (y faltando menos de 10 minutos) la alegría explotó
y
la sensación de que todo estaba definido estallaba de lo más profundo de
mis sentimientos. Pero algo imposible de explicar todavía faltaba, el funebrero
consiguió el empate, Vigliano dio 4 minutos más y solo nos separaba un gol de
la gloria…y para colmo y como prueba de que “los hinchas de Chicago aun
podemos sufrir más” el árbitro previa bandera arriba del línea cobró penal…si ni el más cruel de
los escritores se le hubiera imaginado un final así.
Fue un momento interminable donde no se podían emitir
palabras y las sensaciones y sentimientos chocaban entre si y todo lo construido
increíblemente e injustamente se podía derrumbar y todos los que estábamos
presentes ahí sabíamos que este golpe podría ser definitivamente el del Knock Out
para nuestra institución.
Ya mi estado de ánimo era inmanejable, me fui a un
reducto dos por dos que estaba detrás de las cabinas y me resistía a ver el
penal…el reloj se convirtió en uno de arena …en un momento Toledo pateó y saque
rápidamente la mirada del campo de juego y miré a la pared gris de la cancha de
Chaca y cuando volví la mirada hacia el
arco que estaba Monllor y vi la pelota entre sus manos y seguidamente la
explosión y el festejo del grupo que estábamos en el sector asignado para Chicago. No paré de
llorar y de pensar miles de imágenes, y llame a mi familia hable con mi esposa,
y después con mi hijo quien llorando
festejábamos el ascenso de Chicago, después llame a mi abuela y mis primas
quien mirando al cielo festejamos junto a mi tío Tito que nos había dejado
hacia un par de meses.
Todo terminó de la mejor manera, el mejor final se dio,
pese a que con un previo y extremo
sufrimiento, Chicago consiguió el Ascenso frente a Chacarita en San Martin y
ante la gente “funebrera”, con un penal atajado en la última pelota del
partido.
El ascenso era realidad, el sufrimiento se transformó en
alegría, Chicago era Nacional. Y con el correr de los días los nervios y las
sensaciones vividas se empezaban a guardar dentro de mí a la espera de otro
momento en el que me convoque Nueva Chicago.
Por esto y todo lo que vivimos junto al verdinegro, es
inexplicable lo que uno siente por estos colores, que no es solamente un club
de futbol, son los momentos compartidos con los que uno quiere, los que están y
los que no, los recuerdos de cuando uno era chico y junto a mi abuelo y mi
vieja caminaba y jugaba en el club y muchos sentimientos más indescriptibles y
marcados a fuego en lo más profundo de mi corazón.