Se hizo cargo del equipo cuando estaba último en la tabla de posiciones.
Tenía otras ofertas pero eligió a Chicago porque le gustó el desafió y lo sedujo tratar de ir en busca de la gloria.
Se viste sencillo, casi siempre con un Jean y alguna remera Kappa que le entregan en utilería Fuma mucho, antes de los partidos se lo ve con el pucho en la boca.
No utiliza discursos grandilocuentes para explicar lo entendible, es de pocas palabras, pero son las justas para hacerse entender.
No gesticula en el banco de suplentes, ni tampoco grita los goles como un desaforado.
No creo que tenga el celular de Dios, a lo sumo se tomará un café con él en algún Bar como los de antes (imagino que con un “faso” de por medio).
Si se le cae algún “soldado” (como le pasa casi todos los días) no llora ni se queja, solo lo reemplaza marcándole dos o tres pautas fáciles de entender.
Sus esquemas no son extravagantes, no inventa “zafarranchos” tácticos imposibles de explicar.
Nunca habló de proyectos faraónicos y ficticios, ni metas a largo plazo, su objetivo solo fue el de “juntar puntos” hasta fin de año.
Va a ser difícil que alguien lo encuentre con su computadora personal bajo el brazo con “estrategias secretas” almacenadas.
Es más probable verlo en un entrenamiento tirando un concepto que explique como aprovechar una pelota parada.
No le gusta concentrar porque prefiere dormir en su casa, pero tampoco le gusta que le fallen porque ahí hace valer su autoridad.
Si los resultados mandan, no cabe duda quien es el jefe.
Este es el perfil de Mario Finarolli, el hombre que devolvió la ilusión al hincha de Chicago…y eso no es poco.
NACHO DE TOMMASO