Pareciera que el destino se empeña en darnos lecciones permanentemente y lo más importante sería capitalizarlas.
El sábado en la cancha vivimos un momento único y lleno de emoción.
Hacer un análisis es imposible y ponerle palabras lo es mucho más: Gano Chicago! Y a Brown de Adrogue! y sobre la hora! Solo esto bastó para que un padre se abrase con su hijo, para que dos desconocidos realicen el mismo rito en la platea, para que un socio vitalicio se descomponga porque su corazón le pasa factura por tanta emoción, para que las lagrimas fluyan sin razonar la situación esas mismas lagrimas que cayeron en algún ascenso o algún partido trascendental de nuestro pasado en primera.
Le ganamos a Brown de Adrogue! El equipo que tiene como clásico rival a San Martín de Burzaco (y esto lo marco con sincero respeto) pero solo fue excusa para reencontrarnos con nuestra alma, esa que volvió una tarde, esa misma que nos quisieron robar hace un tiempo.
Deseo que lo que ocurrió el otro día no sea algo efímero, espero que esto sirva para retornar al sendero que siempre nos identificó, el del esfuerzo, el sacrificio y la humildad.
La emoción no discrimina situaciones por eso los que estuvimos el sábado en la cancha entenderemos de lo que hablamos.
La emoción aflora cuando la razón queda de lado y no esta mal que esto así sea.
Y no esta mal que después de haber transitado por el infierno y estar esperando en el purgatorio, nos animamos a “Golpear las puertas del cielo”.
NACHO DE TOMMASO