martes, 9 de febrero de 2010

EDITORIAL

“EL SINDROME DE ESTOCOLMO”
Como la mayoría de gente sabe, se denomina “síndrome de Estocolmo” a la relación afectiva que nace entre un secuestrador y la persona secuestrada. Los especialistas dicen que este vinculo se origina cuando la victima le agradece a su captor, el solo hecho que le de dé comer o simplemente le alcance un vaso de agua, perdiendo de vista que ese “benefactor” que dialoga o le abastece de lo mínimo indispensable es el mismo que lo priva de su libertad.
Usted se preguntara que tendrá que ver con Chicago lo anteriormente expuesto?
Por supuesto que estoy exagerando cuando hago esta comparación, pero llama poderosamente la atención la increíblemente estrecha relación que unía a los futbolistas verdinegros con su DT.
El mismo entrenador que nunca hizo una autocrítica de un planteo de juego, ni siquiera reconoció una equivocación, un cambio dentro de un partido y por carácter transitivo si el no asume la responsabilidad esta recae sobre sus dirigidos.El mismo D.T que al no conseguir que el equipo juegue bien y al no sacarle provecho al jugador dentro de la cancha lo desvaroliza tanto su cotización como en su confianza y autoestima.
Lo preocupante es que cada partido que disputaba el “verdinegro” los muchachos sentían la presión de salir a ganar para “bancar” al entrenador perdiendo el eje de su verdadera responsabilidad que es defender el prestigio de Chicago por sobre todas las cosas.
Por eso no llamo la atención,”el festejo” con dedicatoria incluida de los 18 jugadores abrazándose en el banco con su “benefactor” después de convertir el gol a Defensores de Belgrano (equipo que deambula la mitad de la tabla), parecía una final, los “enemigos” estaban afuera (prensa, hinchas, socios, dirigentes) y por eso existía un espíritu revanchista que rondó la falta de respeto.
8 puntos sobre 39,1 partido ganado de los últimos 13 y encima hubo que aguantar que este círculo cerrado entre jugadores, algunos allegados y D.T hayan tomado la posición de victimas de una injusticia ante las críticas inevitables.
Leo Ramos seguirá su camino, pero estos muchachos que hoy se ponen la camiseta de Chicago, deberán replantearse el camino a seguir y entender la dimensión de los colores que representan.
En cuanto a lo del “síndrome de Estocolmo” ellos mismos deberán ser conscientes de la situación critica en la cual están y quizás preguntarse el porque tanto “amor” desmedido hacia quien conducía el barco que los llevaba directo al precipicio.

IGNACIO DE TOMMASO

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